¿VALE LA PENA SEGUIR ESCRIBIENDO EN MEDELLÍN?
¿VALE
LA PENA SEGUIR ESCRIBIENDO EN MEDELLÍN?
Emilio
Alberto Restrepo*
He llegado a comprender que escribir y
contar la Ciudad, más que un derecho, es un deber
Se
supone que los grandes hombres cambian el mundo con sus gestas heroicas o sus decisiones
siempre trascendentes. O con sus inventos ingeniosos o con sus creaciones monumentales.
Eso es innegable y gracias a ellos gozamos de una modernidad pletórica en comodidad
y desarrollo tecnológico. De hecho, escribo estas notas en un ordenador que me
corrige automáticamente la ortografía y no con una pluma de ganso sobre un papiro
con tinta extraída de las frutas. Y lo guardo en una especie de nube que está en
ninguna parte y lo abro días después desde otra ciudad en otro computador o en
un teléfono desde el cual sigo escribiendo en la misma frase en donde la dejé. Eso
en sí mismo es impresionante (no niego que me sigue causando un asombro que va
más allá de mi entendimiento), sobre todo cuando evocamos cómo escribieron sus
obras maestras Dante o Bocaccio, o hasta el temprano García Márquez o Borges,
cuando un solo error les implicaba reescribir por completo la página para tener
un original limpio y corregido a la altura de su rigor.
Pero
el mundo no está compuesto tan solo de grandes hombres, de hecho, son una
notoria y selecta minoría, una exclusiva élite que hace parte de un porcentaje extremadamente
reducido que destaca por un brillo que hace contraste con la gran masa más bien
opaca que respira y transpira a su alrededor.
Por
cada premio nobel de literatura existimos docenas de miles de escritores con
mística y compromiso que sabemos que no lo vamos a ganar nunca y que rodamos
por el mundo sin el lastre de pensar que lo tenemos que ganar o el
resentimiento o la frustración por no lograrlo. En ese sentido, afortunadamente,
volamos ligeros de equipaje. Pero estamos aquí por un propósito y escribimos
con una dedicación y una responsabilidad que van mucho más allá de la
coronación de una gloria que sabemos imposible.
Es
claro: estamos ahí para dar testimonio de una época, de una ciudad, de una
manera de pensar y de asumir el mundo. Aunque no quepamos en ninguna
clasificación ni nos defina ningún “ismo” o ni nos congregue alguna tendencia,
aunque ni siquiera nos conozcamos entre nosotros, hacemos parte de un colectivo
un tanto difuminado y difuso, pero con una solidez conceptual férrea y
coherente, que tenemos por encargo dejar
memoria literaria, o histórica o antropológica, o simplemente anecdótica de
nuestro entorno y del tiempo que nos tocó en suerte -o en desgracia, cada cual
lo asume y lo cuenta a su manera-, vivir y contar.
Porque
hay algo que sigue imperturbable a pesar del desarrollo tecnológico: la
necesidad de contar historias. Puede que haya cambiado la forma de hacerlo,
evolucionando desde el relato oral alrededor del fuego que calentaba la caverna
hasta los desarrollos que nos obnubilan en nuestra modernidad, en la que un
adelanto cada vez más sorprendente complementa o reemplaza al anterior en el
vértigo del día a día. Pero la unidad fundamental, el que cuenta y el que
recibe la historia, el triángulo de emisor, receptor y mensaje, sigue siendo el
eje inmodificable del arte de narrar.
Eso
somos los escritores de Medellín, para eso estamos y ese es nuestro compromiso.
*
En los
preámbulos de un encuentro académico convocado por la Personería, conversábamos
con otros escritores sobre el auge que está tomando la narrativa en los nuevos
escritores colombianos y, particularmente, en nuestra región antioqueña, en
donde es prácticamente un fenómeno masivo, con varios hechos que lo sustentan: lo
primero, constatar que en la convocatoria de Becas del Municipio de Medellín en
2017 hubo una participación masiva de escritores, y eso que la cita era para
solo residentes en la capital. Les resumo: 75 propuestas de libro de poesía, 52
de libro infantil, 15 para novela gráfica o comic, 39 para libro de cuentos, 51
para novela, 19 para dramaturgia, 19 para libro de ensayo crítico en artes.(1)
Miro con complacencia las cifras de propuestas de libros inéditos, recogidas en
poco menos de un mes y concluyo: aún tenemos esperanza. Hay que tener en cuenta
que también hubo muchos que no se enteraron, otros que no les interesó y otros
que no aunaron el material o no recogieron la papelería. Eso habla de la buena
salud de la literatura en nuestro departamento o por lo menos en Medellín. La
convocatoria de la gobernación presenta un comportamiento similar.(2) Hagan
cuentas, apliquen filtros de calidad y eso nos da que, de 270 libros
propuestos, mínimo hay de 100 a 150 dignos de ser publicados y leídos, pero que
desafortunadamente nunca verán la luz, excepto por los ganadores, que no pasan
de 7 a 10. Esa es la triste realidad actual de las letras antioqueñas. Mucho
talento, poca difusión. Muchas ganas, poco apoyo; además, en una convocatoria reciente
de cuento sobre Medellín, se presentaron casi 11.000 (¡once mil!!!!) cuentos en
poco más de un mes.(3)
Eso no
es gratuito, tiene profundas bases en nuestra manera de ser y de ver el mundo.
Lo que
pasa es que venimos de una ciudad marcada por el ritmo frenético que en algún momento
nos impuso la violencia, que nos cambió el talante para siempre y nos talló el
espíritu modificándonos la forma de ver la vida. Acaso, también, robándonos un
poco la inocencia, pero sometiéndonos al vaivén sin freno del día a día. Y no
trato de revindicar el lugar común del tan carareado “empuje paisa”, que por lo
demás, fuera de cosas buenas es posible que explique mucho de lo malo y ruin
que suele identificar nuestra idiosincrasia, que puede o no tener algo que ver
con ello, sino con toda una generación que creció paralela al narcotráfico, a
la delincuencia, al convivir diariamente con la muerte y la violencia, en un
entorno que, con justicia y parafraseando a Soda Estéreo, ya se conoce como “La
ciudad de la Furia”.
Una
ciudad marcada de manera profunda por la crónica, por la tradición oral
fuertemente reforzada desde la familia, con una necesidad de contar historias
en todos los ámbitos de la cotidianidad, bien sea para hacer negocios, para
ejercer la política, para matar el tiempo, para fanfarronear, para vender, para
hacer reír o para enamorar. Además, el ritmo loco de nuestra ciudad nos llena
de relatos que nos abruman a diario y que a los de otras ciudades los asombran
por lo increíbles o, aún, por lo francamente inverosímiles para ellos, por no
estar enseñados a vivir este carrusel loco de situaciones salidas de la monotonía.
Porque
somos la sumatoria de mil anécdotas diarias, recurrentes y contradictorias, de
vidas truncadas muchas veces sin justificación o sin razón aparente, sumidas en
hechos de violencia extrema, de ingeniosas modalidades delictivas, de los
pillos más malos y las almas más generosas, de los pobres más vergonzantes e
indigentes y de las fortunas más estrafalarias, de la ciudad que en alguna época
se identificaba con el mayor número de muertes violentas en el mundo, de los
hospitales con más casos de heridos y accidentados que hace que incluso vengan
practicantes de medicina de todo el mundo a rotar por aquí, de las modelos más
lindas y exitosas y los barrios más marginales y pauperizados.
Así
como hay cientos de sicarios, hay cientos de seminaristas, de artistas, decenas
de estudiantes de posgrado y miles de damas voluntarias. Somos una ciudad de
extremos; no hay puntos medios y eso se nota en las voces, en los cuentos, en
las historias, en ese ritmo loco para inventar leyendas urbanas, para poner a
rodar un chisme, para ensalzar a un político o para acabar con una honra. Y la
gente trabaja y se la rebusca y se ríe de sí misma, y conversa y escribe.
Aquí
todo da tema. Distamos mucho de ser una ciudad intermedia tranquila y reposada
en donde todos se mueren de viejos y no hay espacios para las sacudidas o para
los movimientos bruscos de la rutina, atragantados con las babas secas de sus
propios bostezos de dinosaurio. Y eso se nota en el movimiento cultural, en los
grupos de teatro, en la cantidad de agrupaciones musicales aficionadas, en el
festival de poesía pluricultural y masivo, en las salas de cine a reventar, en
las revistas literarias, en los talleres de creación, en los tertuliaderos, en
los conversatorios, en los gomosos que sin apenas recursos filman sus propios cortos
y escriben sus guiones sin saber si algún día rodarán sus largometrajes.
Y la
gente está escribiendo, está creando, se está defendiendo un poco de la
malevolencia reivindicando el espíritu, documentando la memoria urbana, dejando
constancia de la lucha por la supervivencia en la recuperación escrita de la
evidencia de la época en que nos tocó vivir. Y, ante lo contundente del ritmo
urbano y lo vertiginoso del quehacer en el arte de conversar la vida y sobrellevar
la existencia, se imponen como armas el humor, la narración (oral o escrita)
entretenida y eficaz, el picante, la caricaturización del hecho cotidiano.
Pintamos
y recreamos hechos dolorosos y contundentes, en una ciudad que sobrevive a un
ritmo sin pausa, con personajes contradictorios y conflictivos que se rozan una
y otra vez, a veces sin conocerse, pero interactuando en la dinámica de una
urbe que no se detiene nunca, protegidos de su propia desventura con el humor,
con las obsesiones, con el odio, con el amor, con las pasiones, con el deseo de
venganza, etc.
*
Pero
el hecho de que un significativo y esperanzador porcentaje de la población se
muela el cacumen al tallar letras en vez de obturar gatillos, no garantiza que
estamos ya al otro lado del sufrimiento o que seamos una especie de oráculo o un
nirvana intelectual o un parnaso de mentes privilegiadas que duermen en sus
laureles, ahítos y satisfechos mientras tocan la lira. Son esfuerzos aislados y
la mayoría de las veces individuales que se tropiezan de frente contra la falta
de apoyo de la empresa privada, contra la indiferencia estatal y contra el más
obstinado de los anonimatos a que nos somete la estructura centralista y
excluyente de los círculos intelectuales y editoriales que solo giran en torno
a Bogotá, ignorando por completo lo que se hace en “provincias”, como se
denomina a todo lo que se salga del diámetro del Distrito Capital.
Sobre
este aspecto hay una reflexión interesante que concita un artículo publicado en
el portal www.las2orillas.co titulado “La Antioquia literaria es más que dosescritores”, en el cual el periodista Jhon Fredy Vásquez reflexiona sobre la
invisibilidad de los escritores antioqueños en el país y el continente, contrastada
con su calidad literaria y su gran producción, aun en contra de la prensa y los
circuitos de distribución, que los ignoran sistemáticamente. Cito a Vásquez: “Dos hechos recientes, me llevaron a una
reflexión: La muerte de José Gabriel Baena, y el premio Rómulo Gallegos,
otorgado a Pablo Montoya. En ambos casos, el desarrollo de la noticia mostraba
que cada uno tenía una gran obra forjada letra a letra, durante muchos años de
escritura silenciosa y disciplinada. Casi diez libros cada uno, títulos que
solo salieron al conocimiento público, cuando fueron mencionados en los grandes
medios, como en este caso, y suele suceder, por muerte, o galardón. Es decir,
morirse, o triunfar afuera para hacerse visibles, es decir, leídos.”(4)
Y
continúa el autor: “Toda una cantera de
autores escribiendo libros que vale la pena conocer, para ser leídos. Vale la
pena entonces, verificar el papel de la prensa, y las revistas culturales. La
cohesión de este importante nicho de la industria cultural, entre las
editoriales, las iniciativas particulares, y los programas de estado.
Autores que llevan años desgastándose en
autoediciones, en búsqueda de apoyos, fondos universitarios de tirajes y
promoción exigua. Escenarios insuficientes, limitados, muchas veces
inapropiados, para la abundante calidad creativa, de los escritores antioqueños.
El esfuerzo vale la pena, hay que pensar
en conjunto, unir esfuerzos; trascender las fronteras del anonimato y la
indiferencia; releernos como país, promover no sólo la producción literaria,
sino el fomento de la lectura, porque materia prima hay, y en abundancia; sólo
es que el producto, pueda alcanzar a su público.”
Es
verdad que en Antioquia se escribe mucho y muy bien, pero solo sobresalen, por asuntos
de prensa y marketing, los nombres de
Héctor Abad y Jorge Franco, y ahora Pablo Montoya, por los galardones
conseguidos. Muy bien por ellos, que son tres talentosos, consagrados y
estudiosos escritores que han logrado posicionarse gracias a su gran calidad literaria,
pero sobre todo gracias al reconocimiento de los medios y al apoyo de las
grandes editoriales, amén de los premios que han conquistado con justicia y los
han hecho reconocidos. El artículo antes citado hace notar que antes del Premio
Rómulo Gallegos de Montoya, el autor había escrito más de 10 libros, y solo la
circunstancia del galardón lo hizo visible, reeditado, entrevistado y
multicitado. Es real que el resto de los referidos por Vásquez duerme en las
tranquilas aguas del anonimato, pero no solo ellos, hay muchos más, con al
menos 3 libros publicados y un desconocimiento total por parte de los lectores.
Se me ocurre citar a Memo Anjel, Luis Fernando Macías, Janeth Posada, Jaime
Restrepo Cuartas, David Betancourt, Emperatriz Muñoz, Reinaldo Spitaletta, Darío
Ruiz, John Saldarriaga, Juan Diego Mejía, Elkin Restrepo, Saúl Álvarez, César
Alzate, Carlos Agudelo, Enrique Posada, Carlos Velásquez, Juan David Pascuales,
Esteban Carlos Mejía, Luis Miguel Rivas y los portentosos críticos de cine Juan
Carlos González y Orlando Mora, todos ellos
con al menos 3 libros publicados, ganadores en convocatorias y muy
leídos en ambientes universitarios y académicos, casi underground en ocasiones,
pero desconocidos de un gran público que merece conocer sus obras y que muchas
veces las tiene porque las fotocopia o las baja de blogs o páginas de internet, no porque las consiga en librerías
o las vea reseñadas en portales y revistas literarias.
*
Mi
propuesta es que las revistas o los portales o los magazines culturales de
radio y TV se tomen el trabajo de hacerle un seguimiento a este inventario de
ilustres desconocidos, que los entrevisten y le permitan al público conocer esa
gran obra que ruge bajo el subsuelo de lo comercial, que las editoriales ojalá
se abrieran a darles la oportunidad de conocer su obra inédita y mucha de la
que valdría la pena reeditar, pues murieron en autoediciones precarias o en
editoriales independientes ya quebradas; que se hagan concursos, premios y
convocatorias para publicar sus obras, que los fondos editoriales de las
universidades dediquen un capítulo a la publicación y promoción de los valores
locales para proyectarlos a nivel nacional e internacional, sin complejos de
inferioridad. Estoy convencido de que allí hay todo un filón literario de alto
potencial comercial.
Por
ejemplo, si multinacionales como Planeta, Penguin Random House, Alfaguara o
Panamericana, solo por citar algunas, hicieran una serie de autores
antioqueños, con varios números y diferentes autores al año, en ediciones populares
y asequibles y negociaran con la Secretaría de Educación o de Cultura Ciudadana
o con el Ministerio de educación y los distribuyeran en colegios y
universidades, todos ganan, los libros circulan, se estimula la lectura y el
dinero corre. No se trata de volverse rico, se trata de tener la oportunidad de
leer y ser leído, de apoyar la creación local, de generar oportunidades culturales
y comerciales, de dignificar un oficio, de generar memoria histórica.
Creo
que hay que apoyar este momento especial para hacer el aporte a la paz desde la
creación y la cultura. Hay muchas historias esperando ser contadas, pero se
necesita apoyo gubernamental y privado. Calidad hay, y mucha, pero espera ser descubierta
y apoyada. Y eso que el gobierno, en cabeza del Mincultura, de la Secretaría de
Cultura Ciudadana y de la Gobernación tienen sus convocatorias anuales,
abiertas, democráticas, incluyentes y, que se sepa, transparentes, que le dan
una salida parcial y limitada al problema de la edición y publicación con apoyo
económico. Y los escritores lo agradecemos y valoramos, pero sentimos que no es
suficiente…
Pero mientras
ese estado utópico llega, los escritores debemos estar ahí, pluma en ristre,
siguiendo en lo que nos ocupa, hablando de lo que sabemos, explorando sobre lo
que ignoramos, generando hipótesis sobre lo que no entendemos, para tratar de
darle cuerpo a un imaginario literario que nos permita conocernos mejor,
dejando la impronta escrita de un universo para que las generaciones que nos
van a suceder tengan elementos de análisis para afrontar el entorno que
heredaron, para que entiendan nuestros motivos, nuestras angustias y todas las circunstancias
que nos llevaron a ser como somos.
Es una
de las funciones del arte, y por ende de la literatura y la creación: sembrar
un rastro de memoria que deje constancia de una época y de un entorno que vayan
mucho más allá del entretenimiento o la contemplación estética, que también se
necesitan, llevando a la reflexión, a la indagación por nuestras raíces, al
entendimiento de las razones de nuestra estructura vital.
*
En
este contexto y con esas premisas, he asumido mi rol como un escritor de Medellín
que vive la ciudad y la cuenta, que la padece y la sueña, que la relata cómo
cree que es o como se la imagina, que se la plantea como una opción necesaria y
recurrente, a veces urgente, a veces postergada, que la teme mientras la asume
y se la goza mientras sufre sus desaires. Al sentarme a pensar este ensayo, me
he dado cuenta de que toda mi obra transcurre en Medellín, que me he gastado
miles de folios recreándola, usándola como telón de fondo para mis relatos, crónicas y novelas, dejándome permear
e influenciar por las muchas historias que me han sacudido desde que tengo uso
de razón y desde que descubrí que los dos filones motivacionales y generadores
de mi literatura eran el barrio y la medicina, que son los dos ambientes en que
me he movido desde temprana edad; ambos me han proveído de caracteres y de anécdotas,
me han permitido acercarme a la
comprensión del comportamiento humano y social
de ese personaje inacabado pero en permanente construcción que sirve de
protagonista para mis libros.
Siempre
se ha dicho que un escritor escribe y re-escribe una sola obra, que tiene temas
recurrentes que manejan un hilo narrativo que expresa sus obsesiones, sus compulsiones
y los temas que lo han marcado desde los años de formación. De acuerdo. Yo no
soy distinto y reconozco que me he rendido a esas influencias y he tratado de
hablar de lo que conozco, con más o menos fortuna. Por eso he pintado a Belén,
el barrio de clase media del que mamé todos mis referentes tempranos y en el
que aprendí lo básico para ser lo que soy hoy, con toda la carga de virtudes y
defectos que me caracterizan(5); por eso he escrito sobre el mundo de la
medicina en los hospitales de mi ciudad, para tratar de ser universal pintando
mi aldea, en los libros de temática médica que componen mi propuesta de “Trilogía
perversa de la salud”(6) (El Pabellón de la Mandrágora, Y nos robaron la
Clínica y Medicina bajo sospecha, en compañía de Crónica de un proceso), en las
novelas de mi detective Joaquín Tornado, que ya deambula en siete libros publicados
y está al acecho en otros cinco inéditos, y que no es más que un pretexto para
contar ese Medellín retorcido, oscuro y desconocido, lleno de pecados que me obnubilan
con su ritmo perverso y con su dinámica imparable, pero que en el fondo tengo
que reconocer que me impactan por la fuerza de un magnetismo que reconozco
adictivo y, si se quiere, un tanto enfermizo y voyerista. (7) Por eso he tratado de
reivindicar al rufián de esquina, buscando darle voz a los que no la tienen en
esa recopilación bizarra de historias de “pícaros, pillos y malevos” llamada “Gamberros
S.A”(8), por eso he pintado historias de amor y desamor de un hombre común que
patonea las calles pisando los talones de su soledad y su nostalgia desde su
orilla de perdedor en “Qué me queda de ti sino el olvido”, y he explorado la
cara humana de los maleantes en “La Milonga del Bandido”, y he pintado
venganzas y desventuras en Los Círculos perpetuos y he narrado tragedias en “Después
de Isabel, el infierno” y crimen e intriga en “¿Alguien ha visto el entierro de
un chino”.(9) Y también he pintado el microcosmos de mi unidad residencial en “Un
hombre solo y mal acompañado”(10)
En
esas he estado, a eso me dedico y ese es mi compromiso como escritor: contar la
ciudad desde mi orilla, dejar constancia desde mi perspectiva y tratar de
sembrar memoria literaria de esa impronta indeleble que se me enquistó para
siempre en el alma y en la mente: Medellín tallada en el espíritu.
Por
todo lo anterior, trato de responder la pregunta del enunciado. ¿Vale la pena
seguir escribiendo en Medellín? ¿A pesar de los desestímulos, del anonimato,
del ninguneo, de la indiferencia? ¿De la dificultad de publicar y lo engorroso
de la distribución y la comercialización de los libros? ¿A pesar de que para
los medios solo existen 2, máximo 3 autores?¿Pese a lo cerrado de los círculos literarios
de amistades excluyentes y un tanto discriminadoras?
Mi
respuesta es obvia, ¡Claro que vale la pena!
No hay
lugar para el conformismo y la resignación. No hay espacio para
autoindulgencias ni conmiseraciones con complejos tercermundistas. La única
respuesta es continuar, escribir y hacerlo bien. Condenadamente bien.
REFERENCIAS:
http://convocatoriasculturamedellin.com/#/convocatoria/beca-de-creacion-libro-de-cuentos-2017/
http://convocatoriasculturamedellin.com/#/convocatoria/beca-de-creacion-en-novela-2017/
http://convocatoriasculturamedellin.com/#/convocatoria/beca-de-creacion-en-dramaturgia-2017/
- http://www.culturantioquia.gov.co/index.php/component/zoo/item/abierta-convocatoria
- http://www.medellinen100palabras.com/ https://www.comfama.com/contenidos/Noticarteleras/20180810/10834-cuentos-llegaron-a-medellin-en-100-palabras.aspweb/
- Jhon
Fredy Vásquez La Antioquia literaria
es más que dos escritores. El departamento es cuna de grandes narradores
que están silenciados. Tomado del Portal https://www.las2orillas.co/la-antioquia-literaria-es-mas-dos-escritores/
Julio 22, 2015
- http://cronicas-belen-y-otras.blogspot.com/search/label/Emilio%20Alberto%20Restrepo
- http://emiliorestrepo.blogspot.com/search/label/Y%20NOS%20ROBARON%20LA%20CL%C3%8DNICA
- http://joaquin-tornado-detective.blogspot.com/
- http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/revistaudea/article/view/327609/20784682
https://www.facebook.com/Gamberros-SA-685657151590426/
- http://emiliorestrepo.blogspot.com/p/libros-de-emilio-alberto-restrepo.html
- https://emiliorestrepo.blogspot.com/search/label/UN%20HOMBRE%20SOLO%20Y%20MAL%20ACOMPA%C3%91ADO
IDENTIFICACIÓN DEL ESCRITOR
- Médico,
especialista en Ginecoobstetricia y en Laparoscopia ginecológica (UPB,
UdeA, CES, respectivamente). Profesor, conferencista de su especialidad.
Autor de cerca de veinte artículos médicos. Ha sido colaborador de los
periódicos La Hoja, Cambio, El Mundo, Momento Médico, Universocentro,
Revistacronopio, Laterales Magazine y Ficción la Revista. Ha publicados
novelas, colecciones de cuentos, libros de pedagogía y ensayo literario. Ganador y finalista en
concursos de poesía, cuanto y novela. Autor de cerca de 20 libros, en su producción se destacan novelas de asuntos médicos y
hospitalarios, novelas y cuentos de genero negro y temática urbana, libros
infantiles, pedagógicos y de ensayo
literario. Con la Editorial UPB ha publicado, desde 2015, seis novelas de
su personaje, el detective Joaquín Tornado. Sus últimos libros, la
colección de cuentos Un hombre solo y mal acompañado (Grammata editores),
Medeicina bajo sospecha(Editorial CES) y GAMBERROS S.A. (editorial
Uniremignton)
- Más información
www.emiliorestrepo.blogspot.com
www.decalogosliterarios.blogspot.com
Serie de YOUTUBE:
CONSEJOS A UN JOVEN COLEGA: https://www.youtube.com/watch?v=q2vUFA5U-ks&list=PLm-lfL5KTbVOjHC0N-0MJveoeRRfLY4EP
Cuentos Leídos por el
autor:
https://emiliorestrepo.blogspot.com/2015/06/cuentos-leidos.html
ENTREVISTAS CON OTROS
ESCRITORES
https://emiliorestrepo.blogspot.com/2023/05/conversaciones-entre-escritores.html
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